Giuseppe Verdi: Aida

Giuseppe Verdi: Aida

Aida es una ópera en cuatro actos con música de Giuseppe Verdi dirigida por Hugo de Ana.

Sinopsis

Una de las mayores ironías de la grand opéra francesa –el espectáculo total del primer Romanticismo– es que su legado haya llegado a nosotros principalmente a través de sucedáneos foráneos como Aida, cuyo estreno en El Cairo en 1871 estuvo rodeado de toda la parafernalia reservada a los grandes cónclaves geopolíticos. Lejos de claudicar a la vulgar tramoya característica de este género, esta obra maestra y punto de inflexión de la producción verdiana convirtió las escenas masivas en parte integrante del drama –y no mero espectáculo– e infundió a sus criaturas un fuego que alcanza temperaturas solares en su último acto, antes de fundirse en un amoroso abrazo de resignación y olvido.

Cualquier producción que pretenda estar a la altura de esta obra debe sortear retos no menos espinosos: que el drama brille por encima del espectáculo y que las pasiones despidan sus ígneos fulgores sin abrasarse en las morbosas llamas del folletín. Casi un cuarto de siglo después de su estreno en 1998, son precisamente estas las claves que explican la vigencia de esta histórica producción de Hugo de Ana en una reposición actualizada para demostrar una vez más –valga la redundancia– su perenne actualidad.

Sinopsis

Una de las mayores ironías de la grand opéra francesa –el espectáculo total del primer Romanticismo– es que su legado haya llegado a nosotros principalmente a través de sucedáneos foráneos como Aida, cuyo estreno en El Cairo en 1871 estuvo rodeado de toda la parafernalia reservada a los grandes cónclaves geopolíticos. Lejos de claudicar a la vulgar tramoya característica de este género, esta obra maestra y punto de inflexión de la producción verdiana convirtió las escenas masivas en parte integrante del drama –y no mero espectáculo– e infundió a sus criaturas un fuego que alcanza temperaturas solares en su último acto, antes de fundirse en un amoroso abrazo de resignación y olvido.

Cualquier producción que pretenda estar a la altura de esta obra debe sortear retos no menos espinosos: que el drama brille por encima del espectáculo y que las pasiones despidan sus ígneos fulgores sin abrasarse en las morbosas llamas del folletín. Casi un cuarto de siglo después de su estreno en 1998, son precisamente estas las claves que explican la vigencia de esta histórica producción de Hugo de Ana en una reposición actualizada para demostrar una vez más –valga la redundancia– su perenne actualidad.

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