Memoria

Fernando Soto: ¡Ay, Carmela!

Fernando Soto: ¡Ay, Carmela!
14/11/2017

«¡Ay, Carmela!» no es la obra favorita de José Sanchís-Sinisterra, pero sí la que más alegrías le ha dado, y no es para menos. «¡Ay, Carmela!» es sin duda el más claro ejemplo de Teatro Español de la Democracia, con ella, por fin se empieza a hablar de los olvidados durante 40 años, de los que descansan en las cunetas. Se habla de víctimas y a los verdugos se les presenta como lo que son: eso, verdugos. Sanchís-Sinisterra en su valentía, propia de los que vivieron la Transición y los Años 80 (la obra se estrena en el año 86) dice la verdad, en una época en la que nadie se atrevía a decirla y aún encima lo hace de manera divertida pero certera. Fernando Soto aborda la dirección de esta versión cuando se cumplen 80 años de la Toma de Belchite (momento y lugar de la obra) y lo hace con el máximo respeto al texto y a la intención del autor. De hecho, apenas hay nada nuevo con respecto del original, tal como la hace Soto, es como se la podría haber imaginado Sinisterra.

La escenografía y la utilería, sencillas, unas sillas, la bandera republicana, el gramófono y un panel que hace las veces de pared de fondo del Teatro Goya de Belchite, donde sucede la obra. Creo que ese panel, impide más que ayuda. Muchas veces la acción sucede detrás de él y eso hace que la acústica sae deficiente y el público se pierda lo que Paulino y Carmela hablan entre bambalinas. El resto, es sencillo pero efectivo, menos es más. En esta obra lo principal son los actores, la historia y los miles de muertos que refleja. Soto y Sinisterra se ponen al servicio de las víctimas y trabajan para que no nos olvidemos de ellos. Si todos vamos a ver esta obra, los muertos a los que Carmela ve «ahí» nunca se borrarán del todo, y es que, en palabras de Sinisterra por boca de Carmela: «Hay muchas maneras de estar muerto, igual que hay muchas maneras de estar vivo».

Cristina Medina (a la que el papel de Crmela le viene como un guante) y Santiago Molero encarnan a la pareja de la obra. Medina lo hace con verdad y con su tan característico toque de humor. Con su Carmela, Medina se come el escenario, poco a poco, más floja durante el inicio y va subiendo, va subiendo. Molero por su parte se mantiene más plano durante toda la obra , aunque ofrece un contrapunto sólido a Carmela.

Esta obra, lamentablemente, sigue siendo muy vigente, no hay que olvidar lo que pasó y hay que saber que todavía estamos a tiempo de ser justos. Carmela siempre volverá para recordarnos lo que sucedió.

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