La rebelión de Adela

Esto no es La Casa de Bernarda Alba

Esto no es La Casa de Bernarda Alba
05/01/2018

La casa de Bernarda Alba es uno de los textos más bellos del teatro español, y a la vez uno de los más difíciles de extrapolar o descontextualizar. Aún así, con los años ha sido objeto de experimentos diversos, y el de Carlota Ferrer no deja de ser uno ellos. Con respeto, pero con libertad absoluta, Ferrer y José Manuel Mora tejen un texto en el que caben partes del drama lorquiano, pero también partes propias e incluso algunos versos de Poeta en Nueva York. Ahora bien, el texto no es más que una base para que las imágenes -algo tan básico, tan elocuente y a veces tan poco explotado en los montajes de Lorca– cobren vida, ya sea a través de la performance o a través de la danza, la gran y exitosa invitada de esta función.

En esta versión casi todos los personajes están interpretados por hombres, algo que ya se ha hecho en otras ocasiones pero que aquí sirve para enfatizar el mensaje antimachista y crear un juego de espejos realmente perverso. El mismo juego que encontramos con el tema de la lapidación, un momento realmente duro y contundente. Y todo ello para desembocar en una escena final, fuera de la obra, en la que Adela se reivindica como personaje y como mujer. Una escena que para unos sobra y para otros es el colofón que da sentido a la propuesta, maravillosamente interpretada por Eusebio Poncela -una peligrosa y casi mafiosa Bernarda- y un gran elenco formado por actores, músicos y bailarines. Entre estos últimos destacar a Igor Yegra, en el doble papel de la abuela y de Pepe el Romano, y a Guilermo Weickert. En definitiva, un espectáculo bello y original que no pretende ser un Lorca al uso pero que se acerca a su espíritu con el calor que provocan las coreografías y la música en directo.

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