Los títulos intentan condensar toda una obra en pocas palabras. En este caso, nada hace prever que se hable de paz. Se sugiere un universo frío y distante, con un contradictorio ardor que anticipa luchas. Con un planteamiento neorromántico, la respuesta ante la insatisfacción tiene dos caminos: la vía radical de la desaparición física, o la estética de un alejamiento de la realidad hacia destinos exóticos. En esta apuesta de Antonio Rojano se habla de búsqueda, de identidad, del recuerdo como dolorosa afirmación de la existencia y de la ataraxia del olvido.
Todo se cuestiona ante la ausencia de certezas; la convivencia se deshace ante la rutina y el inconformismo. En un escenario prodigioso se asiste a un viaje interior en el que las fronteras físicas no limitan los trayectos del corazón y el espíritu. Mary Shelley, Proust, o Thomas Mann ya insistieron en que no hay lugar tan remoto que garantice un locus amoenus si el conflicto es interno. Los monstruos habitan en nuestro código genético y, una vez despertada la serpiente (P.B.Shelley), todo es posible…. Continuar leyendo en TRAGYCOM